Cuando vives con diabetes es normal que te sientas afectado emocionalmente, no sabemos qué fue primero, si una emoción fuerte hizo que tu glucosa se subiera o viceversa, lo que sí sabemos en la actualidad es que las emociones están directamente relacionadas con el comportamiento, por eso es importante mantener tus emociones estables y saberlas manejar sanamente cuando se presente una situación difícil en tu vida.
¿Recuerdas cómo te sentiste cuando te enteraste de que vivías con diabetes? Generalmente, la primera reacción es negar lo que está pasando. La negación es un mecanismo de defensa que busca amortiguar el shock de la noticia y protegernos brindando a nuestro cuerpo y mente un poco de tiempo para adaptarse a esta nueva realidad. Después de esto, es casi seguro que también sentiste ira y depresión. Enojo contra la vida, contra Dios, contra la familia o contra ti mismo, y tristeza, miedo e incertidumbre ante lo que vendrá.
Si experimentaste estos sentimientos (o los sigues experimentando), es muy importante que te des la oportunidad de expresarlos libremente, ya que, este proceso te permitirá reflexionar sobre el sentido de la vida, así como lo que quieres de ella a partir de ahora. Lo importante es aceptar la realidad. Se trata de aprender a convivir con esta condición y de comenzar a depositar tu energía en ti mismo.
Te vamos a explicar las etapas de duelo, todas las personas experimentamos estos sentimientos cuando tenemos alguna pérdida.
La primera reacción es negar la realidad de esta noticia devastadora.
La negación consiste en el rechazo consciente o inconsciente de los hechos o la realidad de la situación. Este mecanismo de defensa busca amortiguar el shock que produce la nueva realidad para sólo dejar entrar en nosotros el dolor que estamos preparados para soportar. Se trata de una respuesta temporal que nos paraliza y nos hace escondernos de los hechos. La frase que podría resumir la esencia de esta etapa es “Esto no me puede estar pasando a mí”.
No es que estemos negando que la muerte o la pérdida de salud se hayan producido sino que nos invade un sentimiento de incredulidad. Los sentimientos de esta etapa nos protegen brindando a nuestro cuerpo y mente un poco de tiempo para adaptarse a esta nueva realidad. Luego el doliente comienza a sentirse como si lentamente estuviera despertando, recordando lo sucedido progresivamente.
Si bien la negación es una parte normal del proceso de duelo es importante destacar que si el doliente perdura durante mucho tiempo en ella puede llegar a ser perjudicial, ya que al no aceptar lo que ha ocurrido, no es capaz de enfrentar esta pérdida y seguir adelante. Cuando esta negación se hace persistente, la represión podría también dar lugar a enfermedades físicas como malestar estomacal, dolor de pecho, hipertensión, diabetes, cáncer.
Cuando ya no es posible ocultar o negar, comienza a surgir la realidad de la pérdida y su consecuente dolor.
Si bien los sentimientos de enojo estarán presentes con distinta intensidad durante todo el proceso de duelo, es en esta etapa donde la ira toma el protagonismo dirigiéndose este enojo al ser querido fallecido, a nosotros mismos, a amigos, familiares, objetos inanimados e inclusive a personas extrañas. Se siente un resentimiento hacia la persona que nos ha dejado causando un inmenso dolor en nosotros, pero este enojo se vive con culpa haciéndonos sentir más enojados aún.
La frase que podría contener la esencia de esta etapa es “¿Por qué yo? ¡No es justo!”, “¿Cómo puede sucederme esto a mí?” Esta comprensión del “por qué” de las cosas puede ayudarte a encontrar una cierta paz.
Puedes preguntarte, “¿Dónde ha estado Dios cuando me sucedía esto?”. De acuerdo a la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, es importante que los familiares y amigos del doliente dejen que éste exprese libremente su ira sin juzgarlo o reprenderlo, ya que este enojo no sólo es temporal sino que, principalmente, necesario. Debajo de esta ira ilimitada se encuentra el dolor producido por esta pérdida. Si somos capaces de identificar esta ira y expresarla sin temores podremos comprender que ella es parte del proceso de curación.
Para eso se pueden emplear diversos métodos de expresión como escribir una carta al ser querido fallecido para expresar tu enojo, establecer un diálogo imaginario con ellos para compartir tus sentimientos, hablar con un amigo o familiar, realizar ejercicios físicos o bien practicar la meditación como un camino para calmar y canalizar estas emociones abrumadoras.
La etapa de negociación puede ocurrir antes de la pérdida, en caso de tener a un familiar con enfermedad terminal, o bien, después de la muerte para intentar negociar el dolor que produce esta distancia. En secreto, el doliente busca hacer un trato con Dios u otro poder superior para que su ser querido fallecido regrese a cambio de un estilo de vida reformado. Este mecanismo de defensa para protegerse de la dolorosa realidad no suele ofrecer una solución sostenible en el tiempo y puede conducir al remordimiento y la culpa interfiriendo con la curación.
Se desea volver a la vida que se tenía antes de que muriera el ser querido y que éste vuelva a nosotros. Se concentra gran parte del tiempo en lo que el doliente u otras personas podrían haber hecho diferente para evitar esta muerte. Las intenciones de volver el tiempo atrás es un deseo frecuente en esta etapa para así haber reconocido a tiempo la enfermedad o evitar que el accidente sucediera.
La frase que resume esta etapa es “¿Qué hubiera sucedido si…?” Nos quedamos en el pasado para intentar negociar nuestra salida de la herida mientras pensamos en lo maravillosa que sería la vida si este ser querido estuviera con nosotros, si no se hubiera diagnosticado la enfermedad o si no nos hubiéramos divorciado.
Esta fase del duelo suele ser la más breve de todas las etapas, ya que se trata del último esfuerzo para encontrar alguna manera de aliviar el dolor, por lo que supone un trabajo agotador para la mente y el cuerpo al tener que lidiar con pensamientos y fantasías que no coinciden con la realidad actual. Por eso es importante conectarse con las personas y actividades del presente siguiendo una rutina que le brinde a tu mente la comodidad de realizar tareas regulares.
Se siente tristeza, miedo e incertidumbre ante lo que vendrá. Sentimos que nos preocupamos mucho por cosas que no tienen demasiada importancia mientras que levantarse cada día de la cama se siente como una tarea realmente complicada. Estos sentimientos muestran que el doliente ha comenzado a aceptar la situación.
En esta etapa, la atención del doliente se vuelve al presente surgiendo sentimientos de vacío y profundo dolor. Se suele mostrar impaciente ante tanto sufrimiento sintiendo un agotamiento físico y mental que lo lleva a dormir largas horas. Además, la irritabilidad y la impotencia toman un gran protagonismo.
Si bien el doliente siente que esta etapa durará por siempre, es importante considerar que la depresión de este proceso de duelo no es sinónimo de enfermedad mental sino que se trata de una respuesta adecuada a una gran pérdida, por lo que las emociones de la depresión deben ser experimentadas para sanar. Sé paciente contigo mismo y recuerda que sentir esta depresión es la manera de salir de ella.
Es el momento en donde hacemos las paces con esta pérdida permitiéndonos una oportunidad de vivir mejor.
El doliente llega a un acuerdo con este acontecimiento trágico gracias a la experiencia de la depresión. Esta etapa no significa que estamos de acuerdo con este dolor sino que la pérdida siempre será una parte de nosotros. Este proceso nos permite reflexionar sobre el sentido de la vida, así como lo que queremos de ella a partir de ahora. La frase que resume la esencia de esta etapa es “Todo va a estar bien”.
Esta etapa consiste en aceptar la realidad. Se trata de aprender a convivir con esta pérdida y crecer a través del conocimiento de nuestros sentimientos. Comenzamos a depositar nuestras energías en nuestras amistades y en nosotros mismos.
La rutina diaria toma un mayor protagonismo en la vida del doliente mientras que ya no se invocan los recuerdos con sentimientos de culpa. Esta introspección te permitirá realizar una evaluación de tu vida y analizar cuál es el crecimiento obtenido durante este proceso a partir del cumplimiento de asuntos irresueltos.
Reflexiona y respóndete si estas satisfecho con tu cuerpo y mente. Como se trata de un padecimiento crónico, lo más difícil es darse cuenta de lo que está pasando, ya que aparentemente no sientes malestares físicos, no es una pérdida de salud de forma brusca, es tan lenta y progresiva que llega el momento en el que el dolor de la noticia ya no te afecta, sin embargo, el negar tu condición sólo hará más difícil los cuidados que hay que llevar para vivir mejor.